El Premio Regional de Arquitectura Manuel de Oráa y Arcocha, galardón bianual que distingue las mejores obras acabadas en Canarias durante los dos años anteriores a la concesión del premio, sirve para promover y difundir los ejemplos más destacados de la arquitectura realizada en las Islas.
Para optar a este premio convocado por el COAC, las obras deben ser propuestas por sus autores o bien por las instituciones que así lo deseen: consejerías, cabildos, universidades, ayuntamientos, empresas públicas, entidades culturales, colegios profesionales..., así como por cualquier persona interesada en el premio.
Entre todas las obras recibidas, el jurado selecciona un total de treinta y cinco, las cuales son las que concurren al Oráa. Estas obras, además, conformarán una exposición itinerante.
El jurado del Manuel de Oráa está conformado por el decano del COAC o persona en quien delegue (presidente); el director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria o persona en quien delegue; el decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna o persona en quien delegue; y tres arquitectos de reconocido prestigio, uno ligado, a su vez, a alguna revista o medio de comunicación. Actúa como secretario el miembro más joven del jurado.
El jurado, que tomará los acuerdos por mayoría, concederá un premio y establecerá un máximo de seis menciones. El premio no podrá quedar desierto ni concederse ex-aequo.
El Manuel de Oráa consiste en una columna distintiva del mismo que se entrega a los arquitectos autores de la obra premiada. Igualmente, se concede una placa alusiva a los promotores del proyecto para su colocación en el edificio. Los arquitectos, arquitectos técnicos, promotores y empresas constructoras de las obras distinguidas (premio y menciones) reciben también el diploma correspondiente.
La importancia de Manuel de Oraá en la arquitectura contemporánea canaria es fundamental en la categorización profesional, coincidiendo con los períodos en que se fomentó la regularización urbanística y constructiva.
Oraá llega a Canarias, desde Madrid, en 1847, a los 25 años con los títulos de Arquitecto por la Academia de San Fernando y el de Director de Caminos Vecinales.
Inmediatamente se hace cargo de las obras del Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife, siendo nombrado, al poco tiempo, arquitecto municipal de la ciudad, cargo que ocupa hasta 1853 en que es designado arquitecto provincial, simultaneando ambos cargos.
Es un personaje de atractiva e insólita trayectoria. Enlaza con Cándida Cólogan, hija del Marqués de Sauzal. En 1862 vuelve a la península con el propósito de emprender otras actividades, como proyectos arquitectónicos en Madrid y Segovia, proyecto de tranvía para Madrid y otros negocios, todo ello sin los resultados perseguidos, por lo cual regresó a Tenerife en 1877.
Obtiene los títulos honoríficos de Caballero de la Orden de Isabel la Católica y de la Orden de Santiago. Su militancia en el carlismo de obliga a exiliarse a Francia con su familia.
Interviene en el última Guerra Carlista, hasta que las decepciones profesionales e ideológicas le fuerzan a volver a Canarias, donde muere en 1889.
La llegada de Oraá a las islas supuso el trastoque de la situación del gremio local. Es un hombre que posee información exhaustiva sobre la legislación de la constitución y vela constantemente por su cumplimiento.
Suscita, de esta forma, duras polémicas con otros profesionales de la arquitectura, que sin tener su cualificación profesional, protagonizan el hecho arquitectónico en el Archipiélago, especialmente los Maestros de Obras.
Plantea, además, la estrecha relación entre arquitectura y urbanismo, ideando y planificando una "nueva ciudad", acorde con el espíritu decimonónico.
Así, Santa Cruz de Tenerife adquiere una nueva fisonomía configurándose como ciudad dirigida hacia el interior, marcada por la profusión de ejes longitudinales y transversales entre espacios abiertos y delimitado el "centro urbano".
El nuevo concepto funcional de la arquitectura que completa el amueblamiento urbano, hace que aparezcan edificios como el teatro, mercado, hospital, centros de enseñanza, etc., relacionados con las exigencias que la incipiente burguesía demandaba, encaminadas hacia la consecución de una ciudad bella.
Su producción presenta un amplio abanico en el terreno de las tipologías arquitectónicas, que avalan su alto prestigio durante su trayectoria profesional.