CANARIAS.
TURISMO Y FICCIÓN.
Las Islas, como paisaje idealizado, han servido de escenario para la industria turística. Desde las primeras imágenes de promoción hasta los actuales folletos de las agencias de viajes, el paisaje, junto con el clima, constituyen los principales motivos de atracción y, al fin y al cabo, el principal recurso.
La asociación Isla-Paraíso, continuamente utilizada en la publicidad, junto a eslóganes como "qué suerte vivir aquí", nos hace replantearnos esta suerte o fortuna. Sin ser pesimistas y, mucho menos, nostálgicos, esa fortuna lleva consigo una "desafortuna"; referida a la falta de recursos y, cómo no, a la lejanía y el aislamiento. Tanto lo uno como lo otro han propiciado una gran capacidad creativa para generar riqueza, primero a través de la agricultura y después con el turismo. Esta habilidad es capaz de originar nuevas realidades, pero también falsas autenticidades. Una desde la invención y otra desde la mentira, las dos son propias del ambivalente concepto de ficción. Noción de ficción en la que se enmarca este número.
Canarias ha sido un laboratorio turístico y ha llegado el momento de aprender de lo experimentado. Si no, dejaremos de sentir la suerte de vivir aquí.
Una prueba de este aprendizaje han sido las Directrices de Ordenación del Turismo, necesarias para reflexionar y establecer cómo será el futuro desarrollo turístico.
La arquitectura turística que se ha realizado en Canarias manifiesta las tensiones propias de este fenómeno global, poniéndose el traje de lo local. Tensión y, para muchos, decadencia.
Sucede en todos los destinos. Para hacer frente a una posible arquitectura global, similar en todo el mundo, se opta por ofrecer una arquitectura propia del sitio: típica, auténtica. Esta falsa autenticidad busca satisfacer al cliente, un turista que viene con una imagen preconcebida y que además querrá verificar. La arquitectura, por tanto, diseñada por expertos en deseos, se convierte en una escenografía, en una copia de una copia.